La pandemia del coronavirus, conocido también como SARSCoV2 o COVID-19, ha sido probablemente una de las mayores crisis sanitarias de las últimas décadas, azotando con fuerza en continentes como Europa y América.

Con más de 5 millones de contagiados y cientos de miles de fallecidos, este virus respiratorio ha significado un enorme desafío para las autoridades de cada país, quienes, en conjunto con organismos internacionales y personal de la salud, han tenido que tratar de generar estrategias que aplaquen la temida curva exponencial.

En Chile la situación se ha tornado compleja, y si bien nuestras autoridades sanitarias han sido felicitadas por países como Estados Unidos, en cuanto al manejo de la pandemia, hay voces, sobre todo del mundo académico y científico, que señalan una cierta lentitud del Estado para declarar medidas drásticas que ayuden a frenar la propagación del contagio. La llamada: Cuarentena total.

“Yo creo que Chile, si realizamos una evaluación temporal, comenzó reaccionando de una manera pasiva frente al Coronavirus, respondiendo principalmente a lo que dictaba el panorama mundial. El primer caso se detectó el martes 3 de marzo y hay evidencia de que existían contagiados desde febrero, de tal manera que las intervenciones epidemiológicas fueron muy vagas y generales. Principalmente, medidas de higiene como el lavado de manos”, explica el Dr. Mauricio Canals, doctor en Sistemática y Biodiversidad de la Universidad de Concepción.

Según el académico, miembro de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, hubo un cambio a mediados de marzo en la forma en cómo se manejaba esta crisis, esto comenzó cuando se dio una alerta desde el Colegio Médico, las Organizaciones Sociales y Municipalidades. Voces de alerta que sirvieron para el surgimiento de medidas más eficientes. En ese sentido, una de las decisiones gubernamentales que significaron un cambio en la reproducción de la epidemia, fue el cierre de colegios y universidades.

“Al principio la pandemia en nuestro país comenzó creciendo con un número reproductivo efectivo de 2.38, y en esa oportunidad, se produjo un quiebre de la curva que se mantuvo por bastante tiempo. Sin embargo, hace un tiempo, y desde que había bajado el número reproductivo efectivo a 1.06, el porcentaje se ha vuelto a acelerar y está en 1.38. Hemos pasado de una situación de un lento actuar a un correcto actuar, pero actualmente nos encontramos en un proceso de aceleración”, acota el Dr. Canals.

En la opinión del Médico Cirujano de la Universidad de Chile, con maestría en Bioestadística y Ciencias Biológicas, fue la estrategia comunicacional la que falló, al acuñar el término: Nueva Normalidad. “Este concepto, dio una falsa sensación de seguridad y la población dejó de temerle a esta epidemia, lo cual se incentivó por el periodo de semana santa y primero de mayo, produciendo una falta del distanciamiento y movilidad social. Bajo este escenario, diría que hemos pasado tres grandes etapas en esta pandemia como país; la primera fase asociada a una lenta respuesta sanitaria, la segunda es una acertada seguidilla de intervenciones epidemiológicas y la tercera fase, corresponde a la actual aceleración”, explica.

Si bien el concepto de “Nueva Normalidad” ha sido un término global empleado y dictado por organismos internacionales, no cabe duda de que produjo un antes y después en la manera de actuar de la ciudadanía frente a la pandemia. “La sociedad reacciona con maniobras conductuales que son muy curiosas, en ese sentido, hay algo muy interesante cuando analizamos la epidemia, y es que la población, en cuanto se anunció el cierre de los colegios, disminuyó su movilidad al 50%, y no solo porque cerraron los establecimientos, sino porque produjo una sensación de alarma y la misma ciudadanía retrajo su capacidad de movilización. Entonces, muchas veces las estrategias comunicacionales tienen ese efecto”, indica el Dr. Mauricio Canals.

Frente al mensaje que ha dado tanto el Estado como los medios de comunicación, el Dr. Mauricio Canals considera que ha sido algo confuso, y la sinergia entre ambos no se ha dado en muchas ocasiones, mezclando argumentos y confundiendo a las audiencias. “Ha habido una confusión, y uno de los factores que la propician es la mezcla de los argumentos económicos con los sanitarios. Bajo este escenario, la explicación muchas veces ha sido que la relación entre la economía y la salud es bilateral, es decir: sin economía no hay salud y sin salud no hay economía, sin embargo, mezclar esos conceptos es generar más confusión y preocupación en la población. Estar diciendo que esto será un desastre económico hace que la gente diga: ´bueno yo necesito comer, por lo tanto, me arriesgo´. La ciudadanía se vuelve temeraria”, enfatiza.

Por otro lado, muchos expertos sostienen que más que el virus en sí, el problema grave es la epidemia y el colapso en el sistema de salud que producirá y que está produciendo, dado a la rápida propagación de la crisis sanitaria.

“La enfermedad respiratoria producida por coronavirus tiene una tasa de mortalidad de 1.38, con un intervalo de confianza, y entonces uno dice, es una neumonía severa ya que no es tan letal como una Neoplasia, Tuberculosis, Malaria, Dengue Hemorrágico o el mismo virus del HIV, enfermedades que son muchísimos más graves que lo que va a producir el COVID-19. El problema está en el número de casos por unidad de tiempo, que es lo que llamamos epidemia, saturando el sistema de salud y agregando una mortalidad innecesaria que va a ir por sobre ese 1.38, dado a que no tendremos los recursos para tratar este tipo de pacientes. Es ahí donde se produce un efecto dominó, ya que se saturan las Unidades de Cuidados Intensivos de los hospitales y clínicas, y al suceder ello, aquellos pacientes que las requerirán por sus propias patologías no van a tener el acceso y aumentarán los decesos. En ese sentido, las intervenciones sanitarias están dirigidas a reducir la carga sobre el sistema de salud, y mientras no haya tratamiento ni vacuna, esa es la misión en materia epidemiológica”, finaliza.

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Periodista: Patricio Grunert Alarcón. ®

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