El interesante universo de la paleontología es un área con la cual no muchas veces estamos familiarizados. Por ejemplo, nuestro país es uno de los focos mundiales en el hallazgo de fósiles y que se remontan a decenas de millones de años atrás, pero esto es algo que aún no está integrado en la cultura de nuestro país. Sin embargo, la tarea de los paleontólogos chilenos no cesa. Un ejemplo de ello es que un equipo de científicos chilenos del área descubrió el huevo de cáscara blanda más grande del mundo, cuya data se extiende a los 68 millones de años.

El Dr. David Rubilar es jefe del área de Paleontología del Museo Nacional de Historia Natural de Chile, y el hallazgo de este huevo fosilizado se produjo en el Territorio Antártico Chileno en el año 2011, gracias a una expedición financiada por un proyecto ANILLO.

“Nunca imaginé que lo que habíamos descubierto era algo tan importante, normalmente reconoces la importancia de un fósil en el lugar del hallazgo, sin embargo, no habíamos vistos nada semejante. Jamás imaginé, hace 8 años atrás, que lo que tenía en mis manos iba a ser un huevo”, relata el Dr. Rubilar.

El año 2011 se realizó una expedición científica a la Antártica la cual permitió que los investigadores pudieran llevar a cabo un estudio sobre los animales y plantas del pasado en un lugar remoto del continente blanco. En dicho lugar no existe una base chilena, por lo que se levantó un campamento para comenzar con el trabajo.

“La isla Seymour está compuesta mayoritariamente por roca sedimentaria, la cual se erosiona constantemente y, por ende, es rica en fósiles. Este territorio posee zonas muy antiguas, que datan hace al menos 66 millones de años, del último momento de la era Mesozoica o “era de dinosaurios”.

La isla Seymour se posiciona como uno de los destinos más interesantes para la paleontología a nivel mundial, tanto por la abundancia de fósiles como por la preservación de estos.

El largo proceso de investigación

El proceso fue complejo ya que los investigadores estaban procesando las muestras que habían traído desde esa expedición, y mientras avanzaban en esas labores, cada vez que los visitaban colegas de otras instituciones o del extranjero, les preguntaban qué creían que era. “Yo necesitaba saber si valía la pena seguir investigando esa muestra o no. En ese sentido, estaba esperando una opinión de descarte”, acota el Dr. Rubilar.

Bajo este escenario, la espera finalmente llegó a su fin en el verano del 2018, cuando la Dra. Julia Clark, destacada Paleontóloga norteamericana de la Universidad de Texas, le indicó al Dr. Rubilar que la muestra podría corresponder a un huevo de cáscara blanda plegado. “Me llené de emoción, pero también de cautela, ya que había que juntar antecedentes para estar seguro de lo que se estaba suponiendo. Gracias al apoyo del laboratorio de la Dra. Clarke, la hipótesis fue tomando fuerza, hasta que finalmente se confirmó”, enfatiza.

El descubrimiento del huevo era una cosa, y lo otro, era que al animal de ese huevo era desconocido. Al no contar con restos embrionarios, se comenzó una especulación basada en la evidencia.

“La cáscara de ese huevo está compuesta principalmente por fibras de proteína, mientras que la capa externa, inorgánica, es casi inexistente. Este tipo de huevos al eclosionar forma un saquito plegado, mientras que los huevos de cáscara dura se rompen. No sabemos qué tipo de animal puso este huevo. Si bien, ahora sabemos que algunos dinosaurios pusieron huevos de cáscara blanda, el tipo de estructura observada en el huevo antártico, además de su enorme tamaño (29 cm en su eje mayor), nos hace suponer que el productor de este fue un enorme lepidosaurio (grupo de animales que incluyen a las serpientes y lagartos). Los únicos grandes lepidosaurios hallados en ese mismo lugar son los mosasaurios, por lo cual es uno de nuestros mejores candidatos”, finaliza.

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Periodista: Patricio Grunert Alarcón. ®

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