La pandemia de COVID-19 sin duda alguna ha representado un problema mayúsculo para toda la humanidad. Este virus, detectado por primera vez en un paciente el 31 de diciembre del año 2019 en Wuhan, China, ha sido el causante de alrededor de 1.98 millones de muertes a nivel mundial, lo que ha obligado a prácticamente todas las autoridades del mundo a tomar medidas de precaución ante la propagación del contagioso patógeno.

En nuestro país, y según cifras entregadas por el Ministerio de Salud (al 14/01/2021), hay 24.800 casos activos y 614.267 casos recuperados, frente a un universo total de casos de 656.712, lo que ha significado un gran golpe en la salud de la población nacional. Frente a ello, como ciudadanos hemos tenidos que ejecutar una serie de protocolos dictados por la autoridad sanitaria, entre ellos: mantener el distanciamiento social, el uso frecuente de alcohol gel y el constante lavado de manos; pero no solo ello, sino que también, enmarcar nuestra cotidianeidad en el “Plan Paso a Paso”, el cual determina, según 4 niveles, cuál es el avance o retroceso de las 346 comunas distribuidas a lo largo de Chile.

Este virus es tremendamente complejo, y si bien su tasa de mortalidad es baja, las afecciones que produce en el sistema respiratorio a través de los pulmones son complejas, ya que inflama las paredes de los alveolos y eso dificulta la entrada de oxígeno a la sangre. Esto implica que muchos de los pacientes de COVID-19 terminen necesitando un respirador artificial y cuidados intensivos en las unidades críticas de salud.

Sin embargo, el sistema respiratorio no es el único dañado por este virus compuesto de RNA, ya que también daña nuestro sistema nervioso, principalmente el cerebro, el cual es afectado producto de la inflamación derivada de la infección por el virus

“Este es un virus asociado a una enfermedad respiratoria y, normalmente, nuestro cuerpo tiene mecanismos para mantener el cerebro con suficiente oxígeno, lo cual es algo importante ya que si bien nuestro cerebro representa apenas el 2% de nuestro cuerpo en términos de masa, consume cerca del 25% de todo el oxígeno, siendo el órgano que más sufre con la falta de O2, es por eso que en pacientes con problemas respiratorios se espera que sufran consecuencias. Sin embargo, pareciera que este virus, del cual no conocíamos nada, tiene, en particular, otros mecanismos para dañar el cerebro, principalmente a través del proceso inflamatorio”, señala el Dr. Pedro Maldonado, académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile e investigador del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica.

Bajo este escenario, la gran pregunta que la neurociencia y la neurobiología ha tratado de responder es cómo ocurre esto ¿Entra o no el virus al cerebro? “Si bien se pensaba que el COVID-19 ingresaba al cerebro por medio del epitelio olfatorio, a través de células que ayudan a la transmisión de la señal olfativa, hasta el momento, aquella tesis está invalidada, esto basado en que no se ha encontrado de forma masiva el virus en cerebros de pacientes examinados.”, explica el académico.

Por otro lado, el Dr. Maldonado acota que la pandemia no solo produce un enorme problema neurológico, sino que también hay una repercusión en la salud mental que, según sus propias palabras, “no se valora adecuadamente”.

Daños neurológicos según la región cerebral

La inflamación inducida por el virus SARS-CoV-2 repercute de manera diferente en nuestro cerebro, esto según el área afectada, en ese sentido, los síntomas y consecuencias pueden variar.

“Dependiendo lo que afecte es la consecuencia en los pacientes, estas pueden varias desde desorientación o pérdida de memoria, en casos más complejos, dependiendo de lo que esté dañado. Cabe destacar que la inflamación daña mucho el cerebro debido a que, básicamente, este órgano se hincha y, al estar delimitado por el cráneo, se comprime muy fácilmente, afectando nervios o vasos que conducen a un proceso de irrigación inadecuado”, finaliza el Dr. Maldonado.

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Periodista: Patricio Grunert Alarcón. ®

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