Hace unos días se conoció la publicación en la prestigiosa revista Nature de una investigación en la que participaron dos académicos UdeC junto con investigadores de la Universidad de Reading, que desafía la teoría de que los cambios metabólicos en mamíferos y aves están correlacionados con su temperatura corporal.

El estudio fue publicado por Jorge Avaria-Llautureo, biólogo evolutivo de la Universidad de Reading, Reino Unido, quien se graduó recientemente del Doctorado en Sistemática y Biodiversidad de la Universidad de Concepción; Chris Venditti, experto en Biología Evolutiva de la Universidad de Reading, Cristián Hernández, experto en Ecología Evolutiva, Macroecología y Macroevolución y Enrique Rodríguez-Serrano, Mastozoólogo. Los dos últimos, son actualmente académicos de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas.

En concreto, la investigación desarrollada por estos científicos involucró el estudio de grandes bases de datos de mamíferos y aves de todo el mundo, para determinar de qué manera estos animales consiguieron adaptarse y sobrevivir a condiciones climáticas extremas, como las que se produjeron en el período de glaciación.

Sin embargo, el nuevo estudio sustenta que la selección natural fue capaz de adaptar velozmente el metabolismo de los animales independientemente de la temperatura corporal —esto fue observado en más del 90% de los mamíferos ancestrales incluyendo murciélagos, erizos de tierra, marsupiales, primates, conejos, roedores y artiodáctilos.

La teoría más aceptada en la materia, es la que postula que el metabolismo de los animales —su capacidad de producir energía desde los alimentos— está íntimamente relacionada con la temperatura corporal, porque el metabolismo es la fuente primaria de calor y la temperatura corporal por sí misma afecta positivamente las tasas metabólicas. Este estudio asegura que los datos apuntan a otra cosa: que el metabolismo se relaciona con la temperatura ambiental. En palabras sencillas, que los animales son capaces de adaptar su metabolismo a las condiciones ambientales y, de esta manera, contar con un mecanismo efectivo de supervivencia a situaciones climáticas extremas.

Esta adaptación independiente de la temperatura corporal fue observada en más del 90% de los mamíferos ancestrales, incluyendo murciélagos, erizos de tierra, marsupiales, primates, conejos, roedores y artiodáctilos.

“Al menos, en los mamíferos, esto cambia el foco desde la temperatura corporal hacia la temperatura del ambiente como promotor de los cambios selectivos y evolutivos de la especie”, explicó Cristián Hernández. Por lo mismo, este estudio “podria tener tremendas repercusiones para disciplinas como la Ecología. El por qué fue aceptado en Nature es porque en potencia, puede cambiar un paradigma teórico, y eso es lo que está haciendo. Ahora, si finalmente el resto de la comunidad científica lo va a tomar o no, es otra historia”.

El futuro de las especies
Este estudio y las investigaciones que continúan desarrollando Hernández y Rodríguez Serrano con sus estudiantes del Doctorado en Sistemática y Biodiversidad, se instalan en un momento histórico, en el que se discuten las implicancias de un cambio climático producido por la humanidad.

Los investigadores aseguran que las especies silvestres cuentan con los mecanismos para sobrevivir ante el cambio climático, pero que la ocupación que se ha hecho de su territorio natural es lo que puede llevarlos a la extinción.

Lo que han observado en este y otros trabajos con especies emblemáticas como el Monito del Monte, es que “los ratones, marsupiales, mamíferos o aves podrían responder bien al cambio climático. La pregunta entonces, es por qué se están extinguiendo”, dice Rodríguez-Serrano. “Lo que está pasando es que no tienen un espacio donde enfrentar el cambio, porque si bien históricamente han podido salir adelante, hoy no hay ambirntr disponible porque está reemplazado por sistemas antropizados”.

“Ya entendemos que el efecto nuestro no es directamente destruyendo la posibilidad de las especies silvestres de adaptarse a los cambios, sino que es no dejarles un lugar donde enfrentar los cambios de buena manera”, señaló.

Publicar en Nature
Esta publicación —resultado del trabajo de Jorge Avaria en Chile y en Reino Unido— refleja un estilo que ambos académicos desarrollan con sus estudiantes de postgrado, en el que se les reconoce la autoría intelectual de sus investigaciones como autores principales y, además, se les motiva a investigar ideas novedosas para sus campos y a llenar los vacíos de conocimiento. “Para nosotros como grupo de investigacion significa que despues de bastantes años de trabajar se nos da un reconocimiento a ello y al hecho de que parece que las ideas que teníamos no estaban tan erradas”, indicó Hernández.

En este caso, aunque sabían que se trataba de una investigación relevante, no pensaron en la revista Nature como primera opción hasta que Chris Venditti, de la Universidad de Reading, lo sugirió como opción.

El hecho de publicar en una revista tan relevante, explicaron, se asocia con mejorar el puntaje que se atribuye al impacto de una investigación. “En virtud de ello, es posible escalar en algunos rankings locales o internacionales, o tener una pequeña ventaja cuando uno postula a proyectos”, señaló Hernández.

Ambos investigadores reconocen, además, que publicar en una revista de alto impacto tiene repercusiones de mediano y largo plazo. “Será visto, cuestionado y desmenuzado. Esto es importante porque se expando un poco la frontera del conocimiento en la materia y queda la puerta abierta para muchas preguntas nuevas”.

Fuente: www.udec.cl